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יום חמישי, 21 במאי 2015

Shavuót: Cuento corto, lleno de acertijos y pistas, sobre el hombre que se atreve a exigir para sí una libertad digna de su naturaleza

hacia Shavuót: Libertad (drór), libertad (jófesh), libertad (jerút)
Cuento corto, lleno de acertijos y pistas, sobre el hombre que se atreve a exigir para sí una libertad digna de su naturaleza

por rav daniEl I. Ginerman

Una parábola poderosa para todas las generaciones de Israel, para extraer de ella enseñanzas que iluminen el camino a los pueblos, en el relato de las desventuras y procederes de nuestros ancestros primeros. Que descendieron a Mitsráim, hacia dentro de la opresión ("metsár") y de la vida atorada de materia y el trabajo extenuante, trabajo forzado que extenúa el cuerpo y amenaza opacar el alma hasta envilecer en el hombre la conciencia de sí; vivir vidas cuyo único desafío presente es la supervivencia, acaso cuidar algo de comida de hoy para mañana que no falte. Y quien no logre sobreponerse a esa vivencia de humillación cotidiana, quien olvide que una vez fuimos libres y elegimos nuestros caminos de vida, se nos perderá entre los lodos de Mitsráim, que estaban allí sólo a modo de obstáculo cuya superación nos haría fuertes. Y he aquí una escalera apoyada en tierra, y su cabeza llega a los cielos, y en la escalera se ven como ángeles de E-lokím, como creaturas que maravillan nuestros ojos en su verse tan felices y brillantes, y no están atados a nada con cadenas de hierro. Y he la escalera, y alguien se levantará de seguro, y se atreverá a imaginarnos levantándonos de nuestra indignidad, subiendo y bajando por ella.
Era terrible en Mitsráim. Cuenta el midrásh que el esclavo de Mitsráim no dispone de tiempo ni de lugar que le sean propios. Que podía suceder que duerma el iehudí con su esposa en el dormitorio entre los ambientes de su casa, y en medio de la noche entre el egipcio hasta su cama para despertarle, para que acuda a sostener una antorcha en su casa, para iluminar a los participantes de la fiesta de bebida que ofrece. Alguien debía pararse y gritar, arriesgarse, despertar voluntad de ser salvos. Y de boca del Creador, la redención comenzó, mas sólo quien era capaz aún de imaginar una vida fuera de la esclavitud terrible y la servidumbre, logró ser liberado de ella. Nuevamente acude el midrásh en nuestro auxilio: reducidos en cuatro quintas partes salieron los hijos de Israel de Mitsráim, que el ochenta por ciento del pueblo no sabían ya abrir sus conciencias a una nueva realidad, y perecieron en el azote de la oscuridad, y fueron sepultados allí.
¿Qué ganamos con nuestro haber salido de Mitsráim, hacia las profundidades del desierto seco y terrible, lleno de serpientes y escorpiones y fieras salvajes espantosas? He aquí nuestra adquisición primera en los caminos de la redención, que lleva en hebreo el nombre de "drór" (que se traduce por libertad), de la raíz de "diúr", morada. El drór da al hombre control absoluto sobre lo que sucede entre las paredes de la superficie mínima (4 Amót por 4 Amót, casi 4 metros cuadrados) que ocupa: todo tiempo que yo estoy en mi lugar, nadie puede ya venir a ordenarme qué hacer; y es fantástico y sorprendente; y de pronto despierta en mí un miedo atroz. Pues nunca fui preparado a elegir por mí mismo qué haré en mi tiempo, y ahora todos los tesoros del tiempo están en mis manos, y un mundo completo de opciones acuden a seducirme, y no sé distinguir entre bien y mal, no sé qué es de verdad bueno para mí; y sin duda, los habrá que intentarán aprovecharse de ésto en su propio beneficio, y atraerme a actuar para ellos con señuelos de pura apariencia. Y si quiero aprovechar la oportunidad que el drór abre ante mí, debo ser sabio para extrapolar, para comprender analógicamente muchas cosas a partir de cada una, y de entendimiento recto para ver lo que adviene.
Dame un instante para ver y buscar, pido. Y así me hallo de pronto en el segundo peldaño de la escalera, que lleva el nombre de "jófesh" (que también se traduce por libertad), de la raíz de "jipús" (búsqueda), y aún de la raíz de "lehitjapés" (disfrazarse). Tomo el jófesh con las dos manos; busco, me dejo llevar, deambulo y erro, voy hacia delante y atrás, vacilo un poco ante todo lo que se planta ante mis ojos para distraerme. Hoy elijo así y mañana elijo así, y el tiempo mío avanza y se pierde bajo mis pies sobre el suelo del drór, entre carnada y señuelo, en el campo de batalla de mis instintos. Quiero para mí todo mi mundo, mas también los dulces que son arrojados aquí y allá a mi paso, buenos para saborearlos y apetitosos son a los ojos y agradables de ver e inteligir. Y el proceso se trancará aquí, en un bucle infinito del hombre libre, que tiene jófesh, que corre sin brújula tras su propio rabo, si no provoco la aparición de un punto de inflexión que modifique el curso de la historia, y la subvierta en un pestañeo.
Un día, al despertar, me descubrí experimentando una gravosa y profunda desazón. Abunda belleza en derredor, es cierto. Mas también está lleno de fealdad. Este jófesh no me da derecho u mérito de justicia, no me proporciona una alegría basal y constante, no me conduce a experimentar ninguna realización personal que sea sustancialmente distinta de la que surgiría de la vieja y pasada esclavitud. Me observo a mí mismo con frustración, sintiendo que me liberaron en medio de un laberinto entre tinieblas, sin mapa, sin linterna, a golpearme la cabeza contra los muros que ni siquiera registro, pues su naturaleza me es desconocida. Me levanté entonces, aún de noche, un alarido irrumpió desde mi corazón: ¡Quiero verdad! Mapa, linterna. Saber exactamente cuál es mi situación, con qué herramientas cuento, sobre qué tierra verdeceré, por qué señal sabré que me será dada.
No es fácil saltar otra vez, ahora desde el jófesh. Al modo del bebé que crece en el útero de su madre y le consulta a su gemelo si él cree en la vida tras el parto, yo también soy visto como un loco a ojos de todo aquél con quien comparta mi certeza de que ha de haber algo mejor que ésto, pues racionalmente es inexorable que halla provecho y finalidad significativos para este viaje y esta carga. Cincuenta días recibí para caminar por el desierto, mientras soy entrenado para recibir cada día el sustento necesario para el mismo día (¡vive hoy!, me dice mi entrenador personal), busca las herramientas dentro tuyo, arréglalas, prepara, afila, alístate mediante la rectificación y enmienda de tus cualidades: tu Jésed-amor-piedad, voluntad de dar, tu vigor y tu juicio recta, el esplendor en que brillarás, tu capacidad de dirigir y de vencer sin miedo, tu habilidad para reconocer y expresar gratitud; fúndate, date cimiento, reina sobre cuanto tu majestad se extiende. Un camino largo pero corto, que me habilitará a completar la búsqueda a que me vi llamado, cuando me declaré hombre libre, hombre que tiene jófesh.
Recién entonces, se abren ante mí las puertas hacia el peldaño tercero en la escalera. Cree cuando te diga alguien que se esforzó y halló (y lo logró), dicen nuestros sabios en la Guemará. Acerca de las tablas del pacto se dijo que la escritura de E-lokím está grabada ("jarút") sobre las tablas, y explica Rash"i a modo de un abuelo bueno a sus nietos: Grabada-jarút está, sobre las paredes del corazón del hombre. He ante tí la ley verdadera que pediste, las leyes únicas que no podrá modificar el hombre pues están inscriptas en la naturaleza de la creación, y se cuentan entre ellas las leyes de la física y de la matemática y de la química, y se cuentan entre ellas los principios de tsedakáh y justicia que garantizarán, para tí y para cuanto es a tí, shalóm de largo aliento, completo y verdadero; todos grabados sobre las paredes de tu corazón, en la conciencia profunda del hombre, para atraerte hacia el "Jerút" (las mismas letras de "jarút", traducido también por libertad) verdadero, que constituye el salto mismo hacia la redención.
Desde aquí, la peripecia del hombre que accedió a la conciencia de "ben jorín" (hijo de la jerút, hombre libre) sólo comienza. A sus espaldas, todas las mentiras del mundo; ante sí, un camino maravilloso de revelación de divinidad en su interior, desde el secreto de la semblanza y la impronta divinas que laten dentro suyo. Y el hombre es árbol del campo que producirá fruto, y en la fiesta de Shavuót, en la ocasión en que se revela la verdad tallada en su tronco, traerá las primicias de su tierra hasta el peldaño más alto de la escalera, para dar fuerza a la luz que le alumbrará en la continuación de su camino. En la noche de la festividad, emocionados todos juntos a los pies del monte Sinái, nos sentaremos en casa, con ayuda de Hashém, por horas deleitables hasta el amanecer, para desbrozar y acceder a la profundidad del acertijo. ¡Jag shavuót saméaj!




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