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יום חמישי, 2 בינואר 2020

EL HOMBRE DE FE, Y LA SUSTANCIA DE LA ESPERA

desde el enamoramiento por lo bello, bueno y verdadero
*** EL HOMBRE DE FE, Y LA SUSTANCIA DE LA ESPERA ***

comencemos por un extracto de "Fragmentos de un discurso amoroso", de Roland Barthes (el libro completo está disponible en nuestra biblioteca: https://www.facebook.com/download/preview/705340686662023):
"Espero una llegada, una reciprocidad, un signo prometido. Puede ser fútil o enormemente patético. Todo es solemne: no tengo sentido de las proporciones.
Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los afectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por tanto, como una pieza del teatro.
La espera es un encantamiento: recibí la orden de no moverme. La espera de una llamada telefónica se teje así de interdicciones minúsculas, al infinito, hasta lo inconfesable: me privo de salir de la pieza, de ir al lavabo, de hablar por teléfono incluso; sufro si me telefonean; me enloquece pensar que a tal hora cercana será necesario que yo salga, arriesgándome así a perder el llamado. Todas estas diversiones que me solicitan serían momentos perdidos para la espera, impurezas de la angustia. Puesto que la angustia de la espera, en su pureza, quiere que yo me quede sentado en un sillón al alcance del teléfono, sin hacer nada.
El ser que espero no es real. El otro viene allí donde yo lo espero, allí donde yo lo he creado ya. Y si no viene lo alucino: la espera es un delirio."

Ahora que ya lo leíste, atiende a lo que establece el Rambám-Maimónides, en el doceavo lugar de sus 13 fundamentos de fe:
אֲנִי מַאֲמִין בֶּאֱמוּנָה שְׁלֵמָה. בְּבִיאַת הַמָּשִׁיחַ. וְאַף עַל פִּי שֶׁיִּתְמַהְמֵהַּ. עִם כָּל זֶה אֲחַכֶּה לּוֹ בְּכָל יוֹם שֶׁיָּבוֹא:
Esto es: "Yo creo con fe completa en la venida del Mashíaj, y aún cuando se demorará, con todo ello aguardaré por él, en cada día, (a) que venga".
Coloca esta idea en tu conciencia, como si fuera una transparencia, sobre el texto de Barthes que leímos antes. Esa es la pasión del jasíd, del hombre enamorado de la idea y de la voluntad divina, que anhela con toda su alma y con cada uno de sus instantes la teofanía; y ocuparse de cualquier cosa que lo distraiga de su tan profundo anhelo de amor le duele inmensamente y le llena de ansiedad. Y entonces vive en ese encantamiento maravilloso, que no es delirio sino acción de la conciencia creando en su realidad sensible el objeto de deseo, revelándolo de lo profundo de la sustancia misma que me constituye.

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