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יום שני, 10 באפריל 2023

samejpehreish borrador primario parcial cap.2

 De modo que salí a la calle vestido de mi Sámej que nadie ve. Calle se dice en hebreo “Rejóv”, que alude al “rójav” que es ancho u amplitud. También alude a Rajáv, la prostituta que vivía junto a la muralla de Jericó, que ayudó a los espías de Josué, de quien se convirtió luego en esposa. De Rajáv aprendemos que no hay tan lejos como para que no puedas volver. Que siempre, todo puede darse vuelta por completo, provisto que yo me doy vuelta por completo. No me extrañó que, habiéndome dado vuelta por completo, la calle tan primaveral hace unas horas me esperara con una tormenta a punto de explotar.

Es de noche. La ciudad no es la que suele. Últimamente, todo se va poniendo más y más raro. Se viene una tormenta tremenda y están todos en sus casas. Algunos enojados, rumiando en Bwitter o Cessbook o royendo su frustración en familia. Otros contentos, divertidos, deprimidos, o esperando el colapso y temiéndolo al mismo tiempo más que a la muerte. No da la impresión de que la mayoría estén realmente presentes. No da la impresión de que se estén tomando en cuenta a sí mismos. Una niebla densa me humedece el bigote, y vuelve a todo el paisaje de mi mundo a mis ojos borroso, difuminado, como si en la edición digital hubiéramos aplicado desenfoque a todo lo que no es yo. ¿Y dónde está el foco entonces? ¿Qué veo? ¿Me veo acaso a mí mismo, a mi silueta, a mi rostro atento, caminando estas calles magras? No, no puedo verme a mí mismo. A la sed cognitiva de mis propios ojos, no se ofrece ni la más mínima posibilidad de ver mi rostro. Puedo ver si lo hay en frente un espejo, y en el espejo, una proyección bidimensional; pero no puedo ver mi rostro. Cuando parece que me veo a mí mismo bien enfocado en este paisaje borroso, sólo estoy imaginando, y estoy tan habituado a imaginar lo que no veo, a completar el puzzle sin pensar, que ni me entero de lo que estoy haciendo. No me veo. Puesto así, mejor que pueda ver a mi mundo, que pueda aprender de mi mundo que veo, que pueda verme reflejado en mi mundo tal que mi mundo me enseñe acerca de mí. Ay, ojalá estuvieras aquí conmigo ahora, así de conectada como sabes, y me dirías riendo: ¿Te acuerdas del pantógrafo? Y yo te diría entre risas: ¡Así mismo! Con lo que hago en mi mundo, dibujar dentro de mí. Determinar mis acciones de modo que el Gran Pantógrafo Universal, ejecutándose en mí como en todo, dibuje desde ellas las formas sagradas de la Torah… en mí, en mí mismo, en la sustancia de mí. Ahí empieza todo.

El pantógrafo en acción. Tomado de Wikipedia

Entonces, el paisaje está borroso y a mí mismo no me veo (mis piernas, mi abdomen, con dolor de cuello el pecho y las puntas de mi barba, en el mejor de los casos). El paisaje indeciso es un canvas pletórico de capacidades que sólo hay que apuntar e imaginar. Mi Sámej del mundo de la Acción advierte lo mismo que yo. El Gran Pantógrafo Universal está más dispuesto que nunca. Es lo que se llama en Cabalah un ‘et ratsón, una “ocasión de voluntad”, un momento que es especialmente propicio por disposición de la sagrada Maquinaria Divina para algo específico. Mi Sámej de este mundo está como imantada, me empuja y me arrastra y se expone a mis ojos y de pronto se desprende de mí y se hace puerta, portal hacia un modo nuevo del camino. No hay nada que tenga que decidir. Igual que el cuarto de los hijos de la Hagadah de Pésaj a quien calumnian diciendo que no sabe preguntar, yo tampoco tengo nada que preguntar. No ceso de caminar. Veo, y sé que lo que veo está en mí. Cruzo la puerta que mi Sámej dibujó de sí para mí.

El paisaje allende el portal de mi Sámej evoca al paisaje de que vengo. Antes, no obstante, la bruma era un obstáculo (que salvar, burlar o saltear de algún modo) a nuestra percepción de los trazos filosos y calmos del perfil de los edificios, a la sensación de percepción clara, perfecta y fiel de ese mundo de afuera que era el objeto de nuestro anhelo cognitivo. Allende el portal de mi Sámej, la bruma es un tesoro que oscila siempre (y para los más, imprevisiblemente) entre la abundancia que no conoce bastante y la escasez seca que deja a este lado del mundo estupefacto. Cuando hay bruma, cuando todo afuera se ve borroso, es cuando más fácil resulta dibujar afuera. Imagina querer dibujar un unicornio blanco barbudo sobre el canvas de una ciudad en plena ebullición llena de gente y de máquinas y de cosas y de detalles, y tú te vienes de repente con un unicornio blanco barbudo y no tienes donde ponerlo que no desentone y hasta arruine todo. Pero ahora que todo afuera se ve borroso de este lado de mi Sámej, todo lo que se veía allá se licúa en un canvas de texturas sorprendentes sobre el que los dibujos del alma, cazados oportunamente por la instancia del Gran Pantógrafo Universal de cada quien, se dibujan minuciosamente punto a punto, y mientras se dibujan se repiensan y se traducen a las semánticas de los hombres de hoy, en el presente estricto de Maljút que me esperó por milenios hasta que llegara yo con mi aspiradora china a terminar con las telarañas y esparcir néctares que insinúen a los insectos inteligentes que mi sitio no les es propicio y por consiguiente no les merece la pena, provisto que la sucesión de nuestros encontronazos sólo sumará caos al sistema, y que yo, quienquiera que sea a esta altura, soy por alguna razón muy sensible a la picazón.

Estoy caminando lentamente por el bosque. Los aromas de las flores y la vegetación se mezclan en el aire, formando una fragancia única que me hace sentir en paz. Me encanta caminar en este bosque, me hace sentir tan conectado con la naturaleza. Mientras camino, mi mente se llena de preguntas y dudas sobre mi propósito en la vida.

He pasado años buscando respuestas a mis preguntas espirituales, y he explorado muchas filosofías y religiones, incluida la Cabalah. Pero por más que intento entenderla, no logro encontrar las respuestas que busco. Me doy cuenta de que estoy tratando de poner el mundo en moldes de Cabalah que son externos a mí, y que eso no funciona por más que lo intente.

Continúo caminando, admirando las flores que me rodean. Una flor en particular me llama la atención: una pequeña margarita blanca. Me recuerda a mi infancia, cuando solía sentarme en un campo de margaritas y deshojarlas mientras me hacía preguntas sobre el mundo. Me pregunto si todavía tengo ese espíritu de curiosidad e inocencia en mí.

Sigo caminando, y de repente, veo un rayo de sol que se filtra entre los árboles y cae sobre un pequeño arroyo que atraviesa el bosque. El arroyo se ve tan claro y puro que me hace pensar en la idea de "yo, conduciéndome como una sefirah más en uno de los mundos", que se vacía para recibir para dar vida a la medida de las sefirót y mundos que le siguen.

Sigo caminando mientras me concentro en esta idea y me doy cuenta de que tal vez estoy buscando respuestas en el lugar equivocado. Tal vez en lugar de tratar de entender el mundo en términos de Cabalah, debería comenzar por buscar a Dios dentro de mí. Dios en mí, que me experimento como una sefirah más en la urdimbre fluvial de la Conciencia.

En el cuerpo humano, la letra Sámej alude a las piernas. ¿Cómo lo sé? Porque Sámej es la raíz del “apoyo”, y es en las piernas que se apoya todo el cuerpo….

Nun נון 50+50 = 106 letra abierta
Sámej 60 se multiplica por 2, letra cerrada, apoyo
’Ain 130, ojo o manantial, fluir sin cesar
las 3 juntas linsó’a, viajar

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