Placebomancia | ¿Hasta qué punto todo es psicosomático?

Conozco a un hombre a quien eventos que lo rodean e incluyen de lejos y de más cerca, hasta eventos que le tocan mismo la piel, inclinaron por largo tiempo a la tristeza.

En tiempos de dicha tristeza, sus intestinos empezaron a ponerse nerviosos, al punto que sufría el impulso de evacuarlos hasta diez veces en una mañana, y eso era horrible, y angustiante, y doloroso. Claro está: buscó la respuesta en sus hábitos de consumo. Incrementó su consumo de fibras. Dejó el vino unos días, y nada cambió. Dejó de tomar mate cada mañana, y por un tiempo la situación mejoró. Le dolió tener que culpar al mate, compañero fiel de casi todo el día por décadas, de la irritación de sus intestinos. Mas al cabo de días, en el curso aún de su tristeza, sus intestinos volvieron a intentar a cada rato expulsar de sí aunque no tuvieran qué.

Un día, algún hallazgo, alguna buena nueva, una corriente expansiva de alegría brotando del alma hasta pintar su mundo. Una sensación auspiciosa y feliz. Un boost de alegría. Y entonces, de ahora para ahora, el problema de sus intestinos desapareció como si nunca hubiera existido. 

Al cabo de unos días no obstante, una noche, antes de irse a dormir, algo le dio miedo. Durmió intranquilo. A la mañana siguiente, en Twitter, otro algo le produjo pasmo e infinita tristeza. 

Un instante de tristeza extrema ante una noticia. Los intestinos en revolución otra vez.
Hay que aprender a pensar, y a sentir. De verdad, de eso se trata todo.